martes, 10 de marzo de 2015

Aníbal, el Gran General (I)



Aníbal, el Gran General (I)

Aníbal, uno de los personajes más alabados y estudiados de todos los tiempos, pertenece a esa extraña estirpe de héroes legendarios con tinte trágico, de grandes estrategas al borde de lo mitológico, casi traspasando la realidad. El gran general sigue seduciendo muchos siglos después. Su historia, su leyenda, sus habilidades militares, son factores que constituyen un recuerdo histórico de enorme valía que, como en otras ocasiones, la literatura se ha encargado de magnificar.

Se dice que la familia de Aníbal, los Barca, eran descendientes directos de la reina Dido, la fundadora de Cartago. Diferentes versiones del suicidio de la reina llegan a un punto común: Dido se quitó la vida con el fin de salvar a su pueblo, y para no colmar los deseos hacia ella de diferentes personajes de su entorno, de la talla de Eneas y otros belicosos reyes de territorios colindantes.

Hijo de Amílcar Barca, el más grande conquistador cartaginés hasta la llegada al poder del propio Aníbal, el pequeño sentía auténtica veneración por su padre. Desde muy niño tuvo mucha afición por los asuntos militares, por las diferentes clases de armamento, por las tácticas en la batalla, por el mundo de la guerra.

A la temprana edad de catorce años, Aníbal recibe de manos de su padre una falcata, especie de sable corto, y obtiene su primer mando de tropa. Era casi un niño, pero dotado de un carácter y una determinación que, muy pronto, le hacen conseguir el respeto de veteranos guerreros con toda una dura vida militar a sus espaldas.

El joven general ve, con sus propios ojos, morir a su padre, el gran Amílcar Barca, en una acción desesperada, al pretender cruzar el río Belgio, a consecuencia del peso de su armadura. La sensación de impotencia le arrancó lágrimas de amargura. Su dolor y su rabia contra el poder romano se extenderían en el tiempo…

Aníbal no tiene la edad suficiente, en ese momento, para asumir el poder. Pero lo hará tras un breve periodo, tras el asesinato a manos del un esclavo, de su Asdrúbal Janto, que relevó en el poder al Amílcar. Pasado este tiempo, los oficiales ya no albergan ninguna duda, y nombran como sucesor natural en la cúspide del poder militar cartaginés a Aníbal.

Comienza así una larga carrera de más éxitos que fracasos, que culminó al poner en jaque al enorme poder romano, y situarse a poca distancia de la capital del mundo conocido, y sometido hasta entonces, la divina Roma. Su sencillez y humildad, en lo personal, su sentido de la justicia, de la igualdad entre personas. Su creencia en la paz y en la autonomía y libertad de todos los pueblos, hacen de él un personaje con una enorme magnitud.

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